Desvario en g mayor

Wednesday, October 10, 2001


Para ti, tú sabes quien eres.


Verte desnuda es comprender el ansia
de la lluvia que busca débil talle,
o la fiebre del mar de inmenso rostro
sin encontrar la luz de su mejilla.

Federico García Lorca


I

Una caja de zapatos,
una desenterrada esencia.
Incendiándose en mis manos,
cruje una prenda.
Un gorjeo verdinegro surge
quemando la hierba:
tu olor me embarca
en tu ausente desnudez
y materializa tu suave,
aún palpable silueta.


II

Tú,
reinventada,
bailas en mis manos,
yo,
viajando en un mundo análogo,
desvarío por tus mares de aguas violetas.

Imagino tus esculpidos pechos,
refulgentes por tu refulgencia,
tus caderas de ensueño,
aureolares,
como colinas talladas a ternezas,
tu monte de venus,
que aún me magnetiza y me lleva
a tus labios australes,
benditos raptores de esta artificiosa,
espumosa existencia.


III

El hambre por amarte llueve en mis manos,
mi imaginación se hincha con la humedad de tu ausencia.
La avidez por tocarte
corrige mi estado de conciencia
y navegando me aventuro,
en tus bustos reimaginados me zambullo
y aunque la lava de mi ilusión me queme,
este dolor fue-es-será infernalmente puro.


IV

Por tu mejillas danzan mis labios
haciendo escala en tu cordilleras
circulares,
campos de noches australes.

Me detengo en tu cuello,
del que me tienes apartado,
y por el que yo estoy ido,
sin sentido y
sin sol en este limbo.

Beodo de tu rostro,
me adentro a tus mares
de trigo no trillado,
pero me pierdo
en tus ojos de luna,
de alta mar,
de tanto radiar
con el que me has embobado.

V

Beso tu pecho
que es un poema.

Recorro tu abdomen
como por brasas eternas.

Voy por tu vientre
como por cordilleras negras
que en una diáfana,
sabrosa jungla,
empiezan.

VI

Conquistados tus temblores
parto río abajo,
a la exégesis de esta demencia,
saboreando tu vientre,
devorando tus piernas.

Perseverante bajo por tus sendos,
húmedos de néctar,
sombreando con mis pétalos
los pezones de tus pechos,
acariciándolos,
llenándolos de vez en cuando
de liquida inmanencia,
llegando y bebiendo de tus hojas salvajes
tu humor dulce-agrio-azucarado,
caliente,
como la soberana voluntad de mis tantas esperas.



VII

Tiemblas,
con el húmedo rozar
de mi lengua, tiemblas,
con el acariciar de mis labios gimes,
entonces germina
de la cima de tu quebrada
un salto de agua
un volcán de lava eterna
que declaro mi fuente.

Con mis dedos acaricio tus olas,
y con el embeber de mis ansias,
con el éxtasis de tu cuerpecillo firme
me clamas empotrarte y obedezco.

VIII

Me montas.

Se mezclan nuestros néctares
y crean un solo sabor a fruta madura,
a mate ya lavado, a algas frescas.


Cabalgamos.

Tú eres la amazona y yo tu potrillo.

Galopamos mordiéndonos los pétalos,
bebiendo de nuestra saliva erráticamente,
sólo cuando me dices:

¡Sigue!

Y yo sigo.

Enardezco cada vez más
y también gimo.

Gemimos.

Envueltos en un marino sudor gemimos.
Entonces nuestros movimientos se desenfrenan,
nos mordemos mutuamente,
manoseándonos la profundidad de los cabellos.


IX

Te alocas,
gritas,
me arañas,
desesperas.


De pronto lentamente explotas,
parsimoniosamente mueres,
y tu efímera muerte es bella,
exhalas,
sucumbes,
me besas,
te echas.

Mientes amarme,
limpias mi savia,
me mimas,
me duermo
y nuevamente,
me dejas abrazado
a la noche.
 
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